Gormaz es un pueblito de Soria ubicado casi a orillas del río Duero, que concentra dos de los grandes atractivos de la zona y de toda la provincia: la ermita y el castillo.
Qué ver en Gormaz

Qué ver en Gormaz

Ermita de San Miguel
Es una pequeña iglesia cuyo sencillo exterior da paso a un interior maravilloso con restos de frescos románicos del siglo XII. En la fachada se pueden ver dos puertas de entrada, una románica, con un arco que procede de la iglesia de Santiago (hoy en ruinas y que alberga el cementerio) y que no es simétrica, y otra más pequeña, con un arco de herradura; ambas restauradas.
Al entrar, llama la atención un hueco en el suelo, que se cree que es una pila de bautismo por inmersión. Si alzamos la vista podemos contemplar los restos de frescos, cuyo significado se puede conocer a través de un vídeo que se proyecta en la nave principal. Todo son representaciones religiosas: pasajes del apocalipsis y los misterios del nacimiento de Jesús.
En el ábside, el juicio final, con Jesús representado en el Pantocrátor.
Esta ermita de San Miguel recuerda mucho a la de San Baudelio, cerca de San Esteban de Gormaz. La visita tiene un coste de 1,50 euros en 2018.
Castillo
En realidad se trata de las ruinas de una fortaleza islámica califal construida en  siglo IX que, ya en aquel tiempo, fue la más grande  construcción militar de toda Europa occidental, sirviendo para controlar las comunicaciones entre el valle del Ebro y Toledo y apoyando a Medinaceli; tras años de sucesivas posesiones cristiana y musulmana, fue definitivamente conquistada por Fernando I en el siglo XI. En el siglo XV, con los Reyes Católicos, la fortaleza dejó de tener fines militares y se utilizó como cárcel. Es Bien de Interés Cultural desde 1931.
Qué ver en Gormaz
Destaca la extensa muralla defensiva, de forma alargada debido a su adaptación a la orografía del cerro en el que se ubica, y que tuvo hasta 28 torreones.
En el interior, hay claros restos de varias partes. La torre del homenaje daba acceso al alcázar, tenía tres niveles y conserva aún ménsulas que en su día sustentaron una ladronera. Enfrente estaba la torre de Almanzor, y ambas se comunicaban por una galería.
El alcázar era el último elemento defensivo de la fortaleza. Tiene un aljibe para almacenamiento de agua y una alberca rectangular excavada en la roca, con el mismo objetivo.
Qué ver en Gormaz
Uno de los elementos más característicos del conjunto es la puerta califal, que servía de acceso al mismo. Consta de dos arcos de herradura separados por un hueco que sería para arrojar proyectiles desde arriba si entraba el enemigo.

Por último, encontramos unas pequeñas estelas decoradas en la zona oeste de la muralla; las de los extremos son islámicas y la del centro romana. Se cree que tenían una finalidad protectora contra espíritus malignos. Para poder verlas, hay que caminar por el interior del recinto amurallado, hacia la izquierda según se entra; después hay que salir del mismo por una abertura pasada la alberca y rodear por fuera la muralla; al llegar a la esquina, ya podemos alzar la vista, pues allí se encuentran las estelas, aunque a bastante altura.

La verdad es que quedamos impresionados con la fortaleza, porque a pesar de que no queda mucho en pie, se puede apreciar perfectamente la magnitud de lo que debió suponer en su tiempo. La visita es libre y hay que dedicarle un buen rato, para poder descubrir todos sus rincones y leer todos los paneles explicativos.
Además, el pueblo tiene un par de lugares para ver, como la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVII (a la que no pudimos entrar por encontrarse cerrada) en la calle Real y, un rollo jurisdiccional del siglo XVIII en una plaza detrás de la iglesia.
Bajando al río Duero hay un puente romano de diez arcos al que no llegamos porque se nos echó encima la hora de comer y, al no encontrar ningún restaurante o bar en el pueblo, optamos por ir hasta Berlanga de Duero, a unos 17 kilómetros de distancia.
Y esto es todo lo que pudimos ver en Gormaz, bien merece la pena una parada en la ruta.
¡¡Hasta el próximo post!!