El primer punto en el recorrido fue Dalvik, un pequeño pueblo pesquero que nos llamó mucho la atención por la decoración con viejos botes que tenían algunos locales. El pueblo se veía muy tranquilo, el lugar perfecto para relajarse.
Muy cerca de allí se encuentra un lugar donde se puede avistar un grupo enorme de focas en la otra orilla de la entrada del mar. Aquí sí pudimos bajar hasta la playa y tomar algunas imágenes de las focas, incluso se pueden observar en el agua asomando la cabeza.
En el camino de regreso paramos para ver los famosos caballos islandeses. La península Vatnsneses conocida por tener muchos criaderos de estos caballos, que se parecen a un poni y que tienen una apariencia muy estilizada.
Ahora tocaba llegar hasta el hotel, que se encontraba muy cerca y descansar. Aunque en este día inicialmente no había muchos lugares para visitar, siempre se pueden encontrar muchas cosas para ver en el camino.
Al día siguiente nos tocaba visitar la península Snaefellsnes, ¡no os perdáis todo lo que vimos en esta parte de Islandia que inspiró a Julio Verne!